LA PRINCESA PERDIDA CAPÍTULO 2


CAPÍTULO 2:

Bella no lograba dormir. Había sufrido una pesadilla y no lograba conciliar el sueño de nuevo. Había intentado despertar a su hermano mayor pero el muchacho estaba profundamente dormido y no despertaba. Así que decidió ir a avisar a su madre de su insomnio. Cuando entró a la pequeña sala principal, se sorprendió al ver a su madre hablando con un hombre.
- Martina... el tiempo se acaba - dijo el hombre.
El hombre misterioso iba vestido con una armadura plateada con unos grabados desconocidos para la muchacha y una capa oscura que caía desde sus hombros y arrastraba por los suelos. Su cabello era negro como el carbón y sus ojos destilaban furia. Su barba rizada y su bigote oscuro ocultaban sus labios.
- Aunque vengas a mi casa cada día, mi respuesta seguirá siendo la misma - dijo enfrentándose a él la mujer.
- Martina, querida, no querrás hacerme enfadar.
- No te tengo miedo - espetó con furia.
- ¿Pero seguro que a perder a uno de tus queridos hijos sí?
El rostro de la madre palideció: la mujer tenía un miedo terrible a perder a una de sus piedras preciosas.
- Ya veo que a eso sí le tienes miedo.
- Te aseguro que yo no tuve un hijo con él - dijo tratando de mantener la calma.
- No te creo.
- ¡Déjame vivir! - dijo la madre desesperada -. Llevas acosándome y amenazándome con esto desde hace ya tantos años, ¡y mi respuesta siempre ha sido la misma! Déjame ser feliz con la única familia que me queda.
- ¡No me iré de aquí hasta que me des al hijo del rey! - gritó haciendo caer a la pequeña Bella, que observaba la escena desde el rincón oscuro.
Ambos se giraron al oír el estruendo que había causado la pequeña. Su madre se dirigió a ella con una sonrisa, tratando de ocultar su miedo y sus lágrimas. Martina ocultó a su hija en la habitación contigua, procurando protegerla de aquel malvado hombre.
- Muy bien Martina, ya que no me quieres dar al hijo del rey...- se giró hacia ellas con una mirada malévola en el rostro - ¡Me los llevaré a todos! - dijo el hombre antes de salir por la puerta causando un gran estruendo.
- ¡No! - Martina cayó rendida al suelo tras comprender que el deseo de aquel malvado hombre se haría realidad. No pudo reprimir la lágrima que se deslizó por su mejilla al sentir tanta impotencia y al plantearse una vida sin tan solo uno de sus hijos.
Bella se acercó cautelosamente a su madre, oyendo sus sollozos y su respiración agitada. Posó su pequeña mano en el hombro de su madre, a lo que esta alzó levemente su rostro.
- Mamá, ¿que quería ese hombre? - preguntó la pequeña.
Martina secó aquellas lágrimas con la manga de su vestido y sonrió apenada.
- Nada hija - se incorporó hasta ponerse a su altura -. Prométeme que serás furte, valiente y bondadosa, pase lo que pase.
- Te lo prometo Mamá.
- Esa es mi princesita.
Rompió la poca distancia que las separaba y la abrazó.
Bella la rodeó con sus brazos e inhaló el perfume tan agradable que desprendía su madre, intentando comprender todo lo ocurrido en esa noche.
Martina no soltaba el camisón de la pequeña, queriéndose aferrar y conservar por siempre a su única hija; sabiendo que toda aquella felicidad, pronto iba a acabar.



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